Hace cosa de un año empecé a fantasear con la idea de hacer un viaje diferente. Un viaje en el que no tuviera que pasar la mayor parte del tiempo mirando el reloj. Olvidarme de los horarios de apertura y cierre de los monumentos, de cronometrar el tiempo que iba a tardar en llegar de un sitio a otro o de contar los minutos que tenía para comer.
Seguro que sabes de qué hablo, ¿verdad? También tú has pensado después de uno de esos viajes al volver a casa que necesitabas unas vacaciones de nuevo… para recuperarte 😛
Pues quería evitar eso. Esta vez, ir despacio. Dejarme llevar y sorprenderme. Ya te lo comentaba la semana pasada, uno de mis objetivos principales era no hacer planes.
Pero por mucho que quisiera coger la mochila e irme por ahí sin programar de antemano qué es lo que iba a hacer desde el primer día hasta el último, ciertas cosas me preocupaban. ¡Qué menos que saber dónde y cuándo iba a aterrizar!
Habrá quién se coja el billete de un día para otro, prepare la maleta y tire para el aeropuerto o la estación que se tercie, pero yo, que es la primera vez que viajo de esta forma y seré aventurera pero igual no tan arrojada como para hacer algo así (aún), había ciertas cosas de las que quería ocuparme.
En todo este año de imaginar cómo sería el viaje, y más aún cuando decidí aprovechar la experiencia para descubrir la artesanía local y dar un impulso a este proyecto, dos cosas tenía claras: la primera, que empezaría en México. La segunda, que lo haría entre finales de marzo y principios de abril.
Pues ni una cosa ni otra. Estoy en Perú y llegué el pasado jueves, día 19 de mayo.
¿Qué ha pasado?
Índice
La elección del primer destino
De México D.F a Lima

En un primer momento, mi intención era comenzar en México porque una de mis mejores amigas vivía allí desde hacía tres años. Además, tenía la posibilidad de conseguirme los billetes abiertos a buen precio gracias a algún contacto, así que el plan de empezar ahí la aventura parecía perfecto. Pasaría con ella un tiempecillo y ya después, conociendo la zona, me preocuparía de decidir para dónde tiraba.
Pues de la noche a la mañana las circunstancias de mi amiga cambiaron. ¡Se volvía a España!
Me hacía ilusión compartir parte de esta experiencia con ella, pero no iba a poder ser. Ahora, el viaje lo hacía, algo muy gordo tenía que pasar para llegar a perderme algo así. Claro que ya no tenía por qué empezar en México.
Y cómo elegí la ciudad que se convertiría en el primer destino de esta aventura es un tanto particular.
Me fui a Skyscanner y trasteé los precios para distintos países de Sudamérica durante el mes de mayo. Por precio y por número de horas de duración del viaje, la ciudad ganadora fue Lima. ¡La cosa estaba ahí ahí reñida con Buenos Aires! Mi intuición me decía que Lima y le hice caso. ¡Y aquí estoy!
La fecha de partida
De finales de marzo a finales de mayo

Cuando me planteé volverme definitivamente de Alemania en Navidad tenía en mente empezar a viajar a finales de marzo o principios de abril. El por qué de esta decisión igual es un poco feo: creía que no iba a aguantar más de tres meses en casa.
A ver, no es que no quiera a mi familia, ni nos llevemos mal, nada de eso. Es sólo que después de haber pasado algunos años viviendo sola y ya por la experiencia al volver a casa cada vez que estaba de vacaciones… veía venir que la convivencia no iba a ser fácil. Sobre todo por el hecho de perder gran parte de la indepedencia que ya tenía. Ellos igual preguntan que de dónde vengo o qué voy a hacer con toda su buena intención, pero yo que no estoy acostumbrada ya a dar explicaciones ni me gusta hacerlo, igual me pongo un poco a la defensiva y salto.
Y como esa, otras situaciones que no tienen gran importancia, pero que al repetirse podían llegar a acabar un poco con mi paciencia (y yo con la de mis padres claro, que también tenían que aguantarme después de haber estado tanto tiempo viviendo a su aire).
Tres meses era el límite que yo me había autoimpuesto. Era el momento en el que creía que iba a sentir la necesidad de escapar de verdad.
Sin embargo, a los tres meses no tenía aún claro si podría empezar o no en México, no me atrevía a comprar los billetes y, además, me estaba encontrando con más dificultades de las que creía que iban a aparecer al montar la web.
Pensaba que me iba a llevar pocas semanas, que con seguir un tutorial en nada iba a estar hecho. “Si he estudiado Ingeniería Aeronáutica, cómo no voy a ser capaz de montar una página web, después de los exámenes que he aprobado en la escuela”. Para alguien con experiencia igual sí, pocas semanas o días, pero para una que hasta hace unos meses no sabía lo que era WordPress y además es perfeccionista… pensar que era cuestión de semanas realmente suponía tener fe.
Y al final, entre una cosa y otra, pues no fueron tres meses sino cinco los que pasé en casa de mis padres. Y mira, no hemos terminado tirándonos de los pelos.
Las vacunas
Entre 20 y 30 días antes de partir… ¡Placas en la garganta!

Si hay un tema que me preocupaba sobre el viaje teniendo en cuenta las noticias que se escuchan (acuérdate de lo del Zika), que he conocido a un par de viajeros que han cogido la malaria, y que a pesar de que no me suelen picar los mosquitos en Europa a los tropicales no sé hasta qué punto les podrá llegar a gustar mi sangre… es el de las vacunas. Sólo estaba obligada a ponerme la de la fiebre amarilla, pero yo quería irme con todas las recomendadas también. Y si tiene que pasar algo desde luego que no sea porque no he intentado ponerle remedio. ¡Por mí que no quede!
El mismo día en el que fui a Sanidad Exterior para enterarme de cómo iba todo me pusieron la de la fiebre amarilla. ¡Y menos mal! Sin esa no me dejaban viajar. Las otras me las debía poner entre 20 y 30 días antes de salir.
Pues bien, cuando el momento llegó, ¡no pude hacerlo! El día anterior a la cita que había cogido lo pasé con fiebre y dolor de garganta. Se lo comenté al médico y se le cambió la cara, sobre todo cuando me miró la garganta. ¡Tenía placas!
Años y años sin coger placas, si es que alguna vez las tuve porque no lo recuerdo, y me tiene que pasar justo antes de salir de viaje.
Encima perdí peso. ¡Y no me sobran precisamente los kilos! Casi que me pesaba cada día preocupada por cuánto había perdido o puesto para así poder viajar con un poco más de equipaje. Como había leído que no debía cargar con más de 1/6 de mi peso… ahí estaba yo, intentando hacer lo posible los últimos días por recuperarme y engordar un poco. (Sí, lo sé, puedes estar acordándote de la madre que me parió en estos momentos).
Un kilo recuperé 🙂 Y las vacunas me las puse más tarde. ¡Qué remedio!
¿Y a qué viene entonces lo de dar gracias?

Dirás que qué tiene de positivo esto que te he contado si las cosas no salieron como esperaba. Total, qué más da empezar en un sitio que en otro. O cuándo. ¿Y encima me alegro de haber estado mala?
La verdad es que preferiría no haber pasado por algo así antes de irme. Pero oye, si iba a terminar cogiendo una infección, mejor que fuese en casa y recuperarme en mi camita, sabiendo que estaba ahí mi familia ocupándose de que comiera bien.
Y doy las gracias porque al haberme ido más tarde tuve la posibilidad de no perderme dos citas importantes: un bautizo en la familia y un finde con un grupo de amigos que no nos reuníamos desde hacía meses.
Y también, porque el viaje no podría haber empezado con mejor pie en Lima. A los dos días de llegar descubrí paseando por la calle un cartel con información sobre las actividades que el distrito de Miraflores organizaba para este mes. El sábado 21… ¡taller con mi amigo artesano! En un principio se habían ocupado las plazas, pero luego una pareja canceló y tuve la posibilidad de participar. ¿No es casualidad? Y allí, cuando pregunté a las organizadoras que dónde podría encontrar un mercado o contactar a artesanos que hiciesen cosas típicas, un chico que les estaba echando una mano se presentó y me comentó que hacía mates burilados. ¡Otra casualidad!
Qué es lo que hice en aquel taller y cómo se trabajan los mates es algo que te contaré en futuros posts. ¡Sigue atenta a las actualizaciones del blog si no quieres perdértelo!
¿Te has desviado en alguna ocasión de tu plan inicial por las circunstancias y te has terminado alegrando de que fuera así? ¡Quiero conocer tus anécdotas! Cuéntamelas en los comentarios.
Un abrazo,
Beatriz
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Comentarios 2
No sabes la alegría que me da ver que y estás en Lima disfrutando de tu viaje soñado.
Eres valiente Bea y las “coincidencias” que aparecen en tu camino son sólo el resultado de tu valentía.
Estoy deseando conocer tus primeros contactos con las artesanías locales.
Un fuerte abrazo!
del Artículo
¡Gracias por tu comentario Álvaro!
He llegado hace nada a Lurín y en este pueblecillo pasaré algunas semanas conviviendo con artesanos. ¡Voy a aprender un montón! Seguiré manteniendo los ojos bien abiertos 🙂
¡Un abrazo!
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